El campo tuvo la misma suerte que la ciudad. La cosecha no tenía clientes.
Los movimientos se cristalizaron, no había flujo ni circulación. Los bultos se mantuvieron estáticos, en calma, casi dormidos.
No tenían a quien salirle.

Texto por definir

Abril 25. Nelson, también campesino de San Cristóbal, vende el bulto de ají a $30.000 cuando normalmente vale $300.000. En la ciudad, ya no hay empanadas para tanto ají.
La comida es el impulsor del movimiento. La plaza de mercado es el corazón de la ciudad.
Sin plaza no hay latidos.
Abril 28. Día de reapertura de la Plaza Minorista. Quince días después de un brote de Covid.
Los medios de transporte solo podían operar al 30% de su capacidad, eran un lugar en el que se podía propagar fácilmente el virus.
Sin embargo, a ciertas horas, los vagones de los trenes y los buses pasaban repletos.
"Hay una clase de tristeza, un tipo particular, único; una tristeza específica, digamos, que se siente en los lugares ruidosos cuando quedan vacíos. Cuando se va la gente.
Un estadio de fútbol, por caso. Ahora vibra, lleno y colmado, pero dos horas después es un planeta muerto. O un bar en la mañana. ¿A dónde se fue todo ese calor? ¿Por qué todo parece tan frío y pálido si la noche anterior era tan… tan amarillo y tan rojo?"
Esteban Duperly
Estábamos confinados, no solo a nuestras casas, sino también en la ciudad.
Quedamos varados con nosotros mismos.
Mayo 14. Aeropuerto Olaya Herrera
Mayo 19. Terminal del Norte
Conciliar el sueño con cientos de personas alrededor no fue una tarea fácil, pero fue la mejor opción para quienes no tuvieron de otra. Similares a campamentos de guerra, las familias esperaban a que amainara el golpe del enemigo invisible para retomar la vida como era.

(Alojamiento Temporal, Coliseo de Florencia / Centro Colectivo, Coliseo Carlos Mauro Hoyos - Alcaldía de Medellín)
Mayo 06. Refugio, Coliseo Carlos Mauro Hoyos, Alcaldía de Medellín.
Programa ‘Regalando Palabras’: Secretaría de Cultura Ciudadana, Biblioteca Pública Piloto y Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín.
Bioseguridad.
Una de las primeras palabras que se coló en el lenguaje común de los noticieros, las alocuciones de los mandatarios, las conversaciones entre amigos. Remite a protocolo, autocuidado, distancia, lavado de manos, uso de tapabocas, encierro. Es una de las palabras, después de “coronavirus”, que quizá se ha repetido más durante estos meses.
/ Ya no basta con la seguridad ordinaria, ahora necesitamos una “seguridad viva”, una que nos cuide del “enemigo invisible” y mortal. / Las normas de bioseguridad, antes solo practicadas por expertos, médicos y biólogos, se popularizaron, y ahora los ciudadanos se ven obligados a lavar un banano, un paquete de pastas, a rociar alcohol en las suelas de los zapatos, mantener la distancia, tapabocas y guantes. El mundo entero se transformó en un laboratorio clínico.
Las mujeres sorteaban los laberintos desolados de las calles. Hacían filas, reclamaban medicamentos, compraban la comida.
Parecía que el cuidado, endilgado históricamente al género femenino, salía a flote, otra vez.
Junio 3. El colectivo Putamente Poderosas entrega fichos para reclamar mercados a trabajadoras sexuales y venteras ambulantes del centro de Medellín
Mayo 10. La Ollatón atendió la necesidad de abastecerse de alimentos de las familias del sector Esfuerzos de Paz 1, en la Comuna 8. La intención de esta campaña es compartir la comida en condiciones dignas y, así, preservar y reforzar el tejido social al calor de la olla popular. Liderada por el Semillero de Investigación Expedición Dignidad-La comida al centro del pensamiento, de la UdeA.
La periferia cundida de trapos rojos exhibía el hambre detrás de las paredes. Las mujeres le hicieron frente a la incertidumbre, su fuerza se hizo notable.
La asepsia de los centros de comercio brilló en contraste con lo que pasaba en la ciudad desolada. Espacios iluminados y límpidos abrieron mucho antes de la reactivación económica y las excepciones gubernamentales, mientras algunos barrios eran obligados al confinamiento. Para algunos la vida discurrió bajo el amparo de la ilusión que brindaban guardas de seguridad, pisos bien trapeados, cámaras y tarjetas de crédito. Parecían querer evadirse por un momento del escollo que enfrentamos.
El tapabocas se tornó obligatorio, igual que el distanciamiento social. El virus no daba tregua; no obstante, se flexibilizó la cuarentena y se veían deambular unas cuantas personas en las calles. A esto se le denominó con el extraño nombre de Nueva Normalidad.
La ciudad empezó a coexistir con el virus. Combatirlo se volvió el negocio más rentable. Las vitrinas exhibían productos para no contagiarse.
La distopía empezaba a ocurrir.
En los museos, los teatros, los colegios y las universidades creció la maleza más que en las calles. El silencio era palpable y su pátina cubría cada una de sus áreas. En estos espacios todos se detuvo, estaban casi abandonados.
Los espectáculos y las clases ocurrieron en las pantallas.
3 de junio. Institución educativa Eduardo Santos, comuna 13
El barrio el Sinaí, en Santa Cruz, fue cercado con vallas metálicas, policías, ESMAD, carabineros y médicos para combatir el virus invisible. El cerramiento duró 15 días.
En las calles, a ras de piso, los músicos sortearon las dificultades. Cantaron sus canciones con los bafles al hombro, cepillando las cuadras en búsqueda de las monedas y billetes que les arrojaban desde los balcones de las casas.
24 de julio. Serenata con mariachis. Barrio Suramericana
La pedagogía del virus se volvió espectáculo en las calles. Muñecos, trompetas, carantoñas fueron estrategias para educar a las personas en la nueva normalidad.
Las camas de los hospitales se comenzaban a llenar de pacientes contagiados. Las alarmas se encendieron por todos lados. Las calles seguían desoladas. No estábamos preparados y lo sabíamos. El pico de las estadísticas continuaba en ascenso. Los números de muertes y de contagiados empezaban a desbordar la capacidad de otras ciudades. Contábamos decenas de contagios. Luego cientos, luego miles.
3 de agosto. Unidades de UCI. Hospital San Vicente Fundación
La muerte se hizo más presente. El mundo parecía decirnos: Memento mori, “recuerda que morirás”. Sus rituales deambularon por las calles de la ciudad.
Una mortaja invisible pero palpable cubría el valle.
30 de septiembre. Funeraria San Vicente
2 de Octubre. Funeraria Villanueva
“En los tiempos oscuros ¿se cantará también entonces? También entonces se ha de cantar sobre los tiempos oscuros”.
Bertolt Brecht
(Festival Internacional de Tango de Medellín: “Una melodía de esperanza” - Alcaldía de Medellín)
17 de junio. Festival internacional de tango de Medellín. Teatro Metropolitano
Las ceremonias se virtualizaron también. Desde la lejanía los devotos rezaban mirando fijamente a las pantallas.
2 de mayo. Misa virtual Parroquia del Padre Marianito
El mundo va a acabarse antes que la poesía
y habrá nombres
para diferenciar el olvido de la fauna
del olvido de la flora.
La palabra esqueleto solo se referirá a los restos humanos
porque habrá una forma particular
de describir el conjunto de huesos
de cada especie extinta.
Habrá un nombre para designar la última chispa de fuego,
un nombre primitivo como el del maíz,
y otro para la transparencia del río
que muchos se habrán lanzado a atrapar
al confundirla con sus almas.
Las crías nacidas ese día no se tendrán en cuenta,
pero la palabra parto sustituirá la palabra ironía que ya
habrá sustituido la palabra tristeza.
Y habrá un léxico de adioses,
porque se dirán de tantas formas
que llenarán un libro entero, que es lo que quedará del amor,
de la literatura.
El mundo va a acabarse antes que la poesía
y la poesía continuará afirmando su devoción
a lo perdido.

Tania Ganitsky